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XVI Concurso Relatos Breves Juveniles de la Provincia de Alicante


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El relato La sombra de Minerva Colmenero, alumna de 3.º ESO, ha sido premiado con el accésit del XVI Concurso de los Mejores Relatos Breves Juveniles de la Provincia de Alicante.  La alumna, acompañada por sus padres y dos profesoras de este departamento, ha acudido a la gala de entrega de premios celebrada el 6 de junio en el ADDA. Una vez allí, ha sido sorprendida con la agradable noticia de que había conseguido el galardón. Desde aquí le damos la enhorabuena y la animamos a seguir tejiendo relatos, historias evocadoras, capaces de transportarnos a espacios y tiempos imaginados.

A continuación os dejamos su relato titulado La sombra:

Lily no podía dormir, estaba asustada.

Daba vueltas en la cama, se tapaba, se destapaba, y así continuamente. Soltó un ligero sollozo y cerró los ojos con fuerza.

Escuchó un crujido. Entreabrió los ojos.

Una figura negra, encapuchada y sin rostro entró flotando por la puerta. Lily la miró, e hizo algo que nadie, excepto la figura, esperaría. Sonrió.

−Sabía que me echarías de menos −dijo la Sombra.

−¿Dónde has estado todo este tiempo?

−Con otros niños.

−Lo siento −dijo Lily sin poder contenerse−, pensaba que eras… pensaba que una vez que te fueras…

−Vivirías tranquila, feliz y sin miedo.

−Sí, supongo.

Había una pregunta que Lily siempre había querido hacerle.

−¿Por qué eras así? Quiero decir… ¿por qué me asustabas? Pasé noches sin dormir hasta que… bueno… entendí que no existías −dijo con un deje de disculpa en la voz.

−Pequeña −comenzó la Sombra− yo nunca te asusté, tú te asustabas sola con la idea que tenías de mí. Yo simplemente existía.

Al ver que la chica no decía nada, prosiguió:

−Hiciste todo lo que pudiste para olvidarme, para convencerte de que yo no era real o no existía, y, al final, lo lograste. Pero ahora te toca lidiar con unos fantasmas completamente distintos, ¿verdad?

−Nunca imaginé que el hecho de pensar en las posibilidades que me esperan, o mejor dicho, que nunca me podrán esperar, asustaría más que… tú.

−Lily −la sombra habló como el susurro que los niños esperan escuchar cuando están a oscuras− ambos sabemos que la palabra no es miedo, sino…

−Dolor −Lily la interrumpió porque necesitaba confesarlo, y se sentía agradecida por poder hacerlo.

−Sin embargo, ahora es más difícil, pequeña, porque esos que te ayudaron a librarte de los monstruos imaginarios no suelen ayudar a acabar con los de verdad. ¿Entiendes, pequeña Lily, de quién estamos hablando?

−Mis padres.

La sombra asintió.

−Pero, ¿por qué?

−Para los adultos suele ser más fácil luchar contra un monstruo imaginario que con un problema real. Pero tampoco pueden hacer mucho si no te abres completamente a ellos.

−Lo sé, pero es tan difícil.

−¿Por qué? −preguntó la Sombra.

−¿Qué más da?

−Pues da que, si decides decirlo, puede que no sientas que necesitas pedir perdón por lo que piensas.  Si lo dices, es probable que te des cuenta de que tus sentimientos tienen sentido, y, por lo tanto, que  no te deben hacer sentir culpable −se detuvo para ver si decía algo, y, al ver que dudaba, prosiguió:

− Nadie debería pedir perdón por sus sentimientos, nadie merece tal humillación. Lily suspiró.

−No paran de meterme presión y, cuando algo sale mal, son los primeros en echarme en cara lo  poco que me he esforzado.

−¿Les has dicho que te duele?

−Sí, bueno… Cuando pierdo la paciencia lo hago.

−El problema, pequeña Lily, es que una vez que utilizas un argumento dicho con rabia o enfado, es imposible tomarlo del todo en serio. Tienes que hablar conforme te sientas. Nunca camufles tu tristeza con enfado; es mejor hablar con la voz rota que con ira.

−¿Insinúas que se toma más en serio a la gente triste que a la enfadada?

−Ese no es el caso, el caso es que cuando le hablas con rabia a una persona, le haces sentir mal. La Sombra la miró expectante, y Lily asintió para que supiera que lo había entendido.

−Lo importante −prosiguió la Sombra− es que nunca debes hacer llorar a alguien por mucho que hayas llorado tú.

Ella no sabía qué responder, se levantó de la cama y se sentó en la silla del escritorio como toda respuesta, acercándose más a la figura. Esta volvió a hablar, y Lily se percató de que no sabía de dónde salía su voz.

−No te doy miedo −dijo riendo levemente− Hace unos años esto parecería imposible. Ella también rio.

−Parecerá mentira, pero una vez que te fuiste, todo dejó de tener gracia, no había nada que superar, el mundo se convirtió en un lugar… sin alicientes.

−A todo el mundo se le acaban los alicientes, pequeña, a eso se le llama crecer. La chica le sonrió amablemente y dirigió la mirada detrás de la Sombra.

−Antes vivías allí −dijo señalando al armario, y un destello infantil y soñador le cruzó el rostro.

−No seas boba −dijo delicadamente el monstruo−. Yo no cabía ahí. Tampoco ahí −añadió, al ver que Lily dirigía la mirada bajo la cama−. Yo vivía aquí −y le dio tres suaves golpecitos en la cabeza con  un dedo− y sin embargo, existo, eso es lo que te tienes que hacer ver sobre tus problemas. Porque así son los problemas, ¿verdad? Imaginarios pero reales. ¿Entiendes?

−Entiendo.

−Entonces ya puedo irme.

−¿Ya? Pero, ¿por qué?

−Porque no es bueno abusar de las lecciones, al hacerlo, se corre el peligro de olvidar lo aprendido. Lily intentó decir algo más, pero la Sombra la interrumpió:

−No lo alargues más. Este solo será uno de los muchos indeseados adioses en tu vida− se detuvo y se giró hacia ella−. Esa es otra lección que tristemente aprenderás sola.

Cruzó el umbral de la puerta, se escuchó otro crujido y esta se cerró.

La chica encendió la luz, se metió en la cama y la apagó; al hacerlo sintió un sentimiento familiar, como cuando era niña y se tranquilizaba al comprobar que no había nada en el armario.

Se recostó en la cama con los ojos cerrados. Sonrió.

Poco después, la pequeña Lily que ya no era tan pequeña, se durmió.


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