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Archivos diarios: 17 junio, 2022

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8 de diciembre,1980. Pau Gracia Bellot

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Corría octubre de 1980. Yo había sido despedido de una agencia en la que trabajaba como investigador, pero había logrado encontrar un trabajo como guardia de seguridad. Él llegó una semana después que yo. Mark Chapman era un tipo medianamente alto, un poco gordo, con el pelo corto, la tez morena y unas gafas que dotaban de una apariencia sombría a sus ojos. Había abandonado su enésimo empleo, había tratado de suicidarse en dos ocasiones, su matrimonio era insostenible y su salud mental, inestable. Había formado su mundo y profundizado en aquello que él simplemente creía. Confundía realidad con ficción en medio de delirios de poder y fantasías de grandeza mezcladas con alcohol. Lo conocí en el trabajo.

A veces charlábamos. Era católico y gran devoto, lo cual aún me sorprende por su comportamiento, frío y apático. No me extrañaría que pudiera pertenecer a alguna orden o secta, pues era extraño y crédulo y decía oír voces y mensajes. Siempre fue fan de los Beatles. Y sobre todo de John Lennon, aunque se sentía decepcionado por él. Al principio le gustaba, amaba sus ideas, pero, cuando comparó a su banda con Jesús, Chapman empezó a llamarlo “falso mesías”. Creía que las consignas que predicaba no cuadraban con su forma de vida, más propia de un millonario. Lennon se convirtió en su obsesión: lo admiraba y lo odiaba al mismo tiempo al igual que hacía con él mismo.

«El guardián entre el centeno», de Jerome David, se había convertido en la principal referencia en su vida. Lo vi leerlo varias veces. Me dijo que lo había leído ya más de quince veces. Estaba atrapado por la personalidad del joven Holden Caulfield, protagonista del libro: inadaptado, incomprendido, provocador, solitario, bebedor. En sus momentos de delirio, Chapman decía ser Caufield. Recuerdo que, en el libro, expulsan a Caufield del colegio y decide irse a Nueva York a pasarlo bien con el poco dinero que tenía.

En octubre de 1980 vi cómo una obsesión tomaba forma y comenzaba a crecer en su interior. Recuerdo verlo corriendo hacia el aeropuerto, se iba de viaje a Nueva York. Sospeché de él, así que me colé por una escalera de incendios en su casa. Varias veces vi el cuadro de “El Retrato de Lincoln” de Salvador Dalí (ahora lo relaciono con el fin de este presidente), el ejemplar de «El guardián entre el centeno», y fotos de John Lennon, algunas en que se leía “mesías” y otras marcadas con una x. Temí lo peor, pero me tranquilicé cuando volvió de Nueva York sin que hubiera ocurrido nada. (más…)

El único comienzo. Zaira Baeza Romero

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No todas las historias tienen un principio común, como lo es hallar ese contacto tan inesperado que es el amor, en clase, o de algún amigo del grupo con el que te sueles llevar.

A veces los comienzos son más… curiosos, por decirlo de alguna manera.

En general, esas ‘’curiosidades’’ las vemos como algo inalcanzable, cuando, en realidad, nos pasan todos los días. Por ejemplo, ¿quién te iría a decir que tu futuro marido se topó contigo por primera vez pidiendo ayuda para alcanzar las latas que se encuentran mega altas en el supermercado? ¿O, poniendo gasolina?

Sí, ahora que lo pienso, son encuentros curiosos y bastante raros, pero ¿quién sabe?

Partiendo del hecho de que hablo de los comienzos amorosos, contaré mi historia; sin embargo, en mi caso no sé si es curiosa o más bien… graciosa.

Recuerdo casi como si fuera ayer la primera y única vez que lo vi:

El bullicio de gente me rodeaba, pero a la vez me resguardaba en mi pequeña burbuja. Escuchaba el tren llegar y marchar, a los niños jugando y a los adultos ocupados. Escuchaba todo y nada a la vez, mi mente se centraba en la película que recreaba conforme las letras pasaban por mis ojos.

Leer es un placer, pero hacerlo con ruido es uno superior, el sentimiento de estar y no estar, es mágico.

Pasaba las páginas como si el libro se pudiera romper con un soplido, el metro estaba repleto de movimiento, pero ninguno era capaz de romper mi burbuja.

Hasta que una voz la hizo estallar. (más…)

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